A Román no lo conozco.

Pero,

Sé que las palomas le dan asco. Y sé que vive en una montaña ubicada en el cantón Pelileo. Así como se que tiene la lengua agrietada. Y que su pene es blanco. También sé que fue alcohólico, o bueno, lo sigue siendo (pero ya no tanto). Y que vivió sólo en Riobamba, pero ahora vive con su familia en su ciudad natal. Y se que trabajó un tiempo vendiendo productos naturales. Y hace poco trabajó en una tienda de ropa. Y la primera noche le dolían mucho las piernas. Sé que tiene hermanas. Y que es el único hermano varón. Se que tiene sobrinos (aunque no recuerdo cuantos). Y que su padre no vive con él, pero que regresa a casa cada tanto. También sé que le gusta Grease y White Chicks. Y se identifica con There are worst things I could do. Y se que habla muy bien inglés. Que le gustaría tener mucho dinero para viajar por el mundo y estudiar lo que quisiera, pero por ahora solo le queda estudiar a distancia. Y se que ya estudió antes, pero no fue lo que esperaba. Y se que le gusta mucho I Follow Rivers (Ahora cuando escucho esa canción pienso en él). Y se que estaba un poco mal de la vesícula. Y que le gusta la pizza. Y que nunca ha comido sushi. Y que probablemente es una de las personas en el mundo que más le gusta la salchipapa. Y se que ha tenido un trío dos veces, pero él dice que no lo ha disfrutado. Y siempre me pregunta si ya comí. Y usualmente termina las frases con un “y…ya”. Y me gusta cuando me acompaña de noche mientras escribo. Aunque realmente esté a 300 km de distancia. También se que se pinta las cejas. Y se que le encantan los memes (en serio, le gustan mucho los memes). Y creo que sus mejores amigos son el Alonso y el Pancho. De hecho, ahora me escribo también con el Pancho. Y se que su mejor amiga se llama Katherine (aunque no se si así se escribe su nombre), pero que ella vive en otra ciudad y hace poco la fue a visitar. También se que le gusta mucho los músicos ecuatorianos, especialmente Paola Navarrete y Mateo Kingman (y también pienso en él cuando los escucho). Y a veces discutimos por el feminismo. Y se que me gusta provocarlo, porque me gusta cuando se devela como una pregunta interesante. Y se que ha estado con muchos hombres. O por lo menos con muchos más de lo que yo he estado. Y me gusta su honestidad. Y se que le gusta Game of Thrones (me convenció de ver la serie, pero todavía me falta mucho). Y también le gusta RuPaul. Y se que tiene una gata. También se que no le gustaba tirar con su ex porque tenía el pito chueco. Y se que no le gusta tomar transporte urbano. Y que cuando se quema parece un camarón. Y que cuando nos encontramos por primera vez en Tinder me ignoró, pero él dice que no lo recuerda y a mí realmente no me importa, porque se que en el fondo no es importante. Y se que de pequeño su familia se fue a la quiebra, pero que él nunca dejó de ser mimado. Y él dice que es muy insensible. Y es cierto. Pero no lo creo del todo. Y me gusta cuando me cuenta recuerdos, como el de aquella vez con su amiga mientras escuchaban a Carla Morrison. Cuando me cuenta un recuerdo lo siento muy cerca, aunque esté a 300 km de distancia. Incluso se que Román no se llama Román. Que su nombre es Gilberth, pero no le gusta. Y esa fue la primera cosa que supe de él. Y que desde entonces no hemos dejado de hablar aparentemente ni un solo día. O casi.

Una vez le dije a alguien que tengo la increíble capacidad de recordar datos aleatorios y prescindibles de las personas. Pero lo cierto es que aquellos datos aleatorios y prescindibles son lo que hacen de las personas quienes son. Son los matices que me permiten ver a la gente de muchos colores, en toda su complejidad y devenir. Son lo que me permiten decir que conozco a alguien, o por lo menos que lo conozco un poco más.

De Román en realidad no se muchas cosas. Y es difícil decir que lo conozco. Porque aún sabiendo lo poco que se ¿Cómo puedo decir que conozco a una persona si no conozco la temperatura de su cuerpo al dar un abrazo? ¿O el ritmo de su corazón al estar junto a su pecho? ¿O el sonido de su voz cuando me susurra al oído? ¿O la textura de sus labios cuando se despide con un beso?

No, a Román no lo conozco. Y sin embargo resulta que de todo el mar de gente con el que me he cruzado en el cosmos virtual es a quien más me aferro. Una vez le dije que era porque era el más improbable. Pero mentí. Realmente no se porque me aferro a él. Supongo que es el miedo a perder algo que nunca ha estado ahí. Porque de algún modo me he vuelto consciente de lo sencillo que es perder a una persona y ser reemplazado. Porque ya he jugado ese juego y lo han jugado conmigo también. Perder a Román sería perder una batalla contra la nada.

No, a Román no lo conozco. A penas se quien es. Y sin embargo resulta que le guardo un afecto complejo y difícil de explicar. Pero no lo conozco. Decir que lo conozco es muy sencillo, pero los seres humanos no lo somos. Y simplificar a Román a su existencia virtual dejaría a un lado un universo entero de él, como el misterio del lenguaje de su cuerpo, un territorio que me es ajeno.

No, a Román no lo conozco, pero cada día aprendo más de él.

No es un extraño (y sin embargo lo es).